Mil tirabuzones me asolan…
Espirales de aliento
Que estremecen mi insignificante medida del yo, con sus extirpaciones aéreas
Una y otra vez, como vientos huracanados, que susurran, tú nos llamaste.
Se introducen en mi limitada forma para incorporeizarme,
Absorbiendo cachito a cachito cada rincón minúsculo de mi ser
tirándolo al foso del olvido,
a donde en instantes etéreos soy transportada para asomarme al puente, mientras me
decido a caer sin vertigo, ¿o es ya, que estoy cayendo?
Y caigo y caigo
Y ruedo y ruedo
Y en cada movimiento sobre mi, me rodeo, me comprimo y me olvido,
Olvido de donde vengo y hasta olvido quien fui y así va despareciendo la memoria de una existencia, para dejar de vivir y convertirme en la vida.
Giro y giro
Y en cada giro a veces imperceptible, pues el movimiento se convierte en quietud
Voy sintiendo el ahuecado, la soledad, la nada, la angustia de la muerte,
La muerte del yo
Y la muerte del tu,
A veces no sé a cual más me cuesta renunciar.
Siempre he sido en ti, así vivía, pero ahora desapareces y me encuentro con mi propio reflejo vacío, pues no existo sin ti y tu no existes.
Muero, caigo, giro y soplo
Los fantasmas del espíritu,
Saliendo de mi
Y veo la oscuridad que me ha perseguido y ahora sé que no existe, nunca ha existido.
Como yo.
Hachi