martes, 8 de marzo de 2011

Buscando un Maestro de Aikido
























Recuerdo el primer día que pude contemplar semejante despliegue de formas cósmicas
en un cuerpo humano, Aikido, me dijeron. Y recuerdo algo en mi interior emocionado,
capturado y totalmente absorbido por tal movimiento.

Era practicante de un/otro arte marcial, porque aún no sé como catalogar al Aikido.

La primera vez que lo vi lo reconocí como un sendero y supe que quería andarlo,
necesitaba prepararme para ello y encontrar el maestro y el lugar adecuado.

Así que rescaté una vieja revista de artes marciales con un monográfico sobre el Aikido,
para informarme de lo que podría encontrar en Madrid y así fue como la magia se produjo,
llegué a la página del dojo Tenshin y reconocí al maestro en su sonrisa, apenas podía ver su rostro,
ya que en la imagen aparecía de perfil, pero pude contemplar una sonrisa que lo inundaba todo.
Es él, pensé y la sonrisa que irradiaba, me llenó de felicidad.

En ese tiempo andaba por un momento personal revuelto, una circunstancia desagradable se había
convertido en uno de mis mayores miedos y había comandado las riendas de mi vida, necesitaba
encontrarme plena y serena, para entregarme a la práctica de algo semejante. Así que espere a solucionarlo.

Acostumbrados como estamos a estar fuera de nosotros mismos, el Aikido que observé me reconciliaba
con mí ser y me unía al resto de la creación, tejiendo por medio de espirales nexos entre unos y otros,
uniendo cachitos enemistados de nuestro ser y así creando finalmente, unidad entre todos los seres.

Porque ¿cual es la magia del Aikido, de donde obtiene su potencial transformador?, ¿porque es posible
que algo intangible tenga consciencia…?sino es, porque está vivo.

El Aikido cobra vida en cada uno de nosotros, respira a través nuestro, se nutre en cada uno de
nuestros movimientos, evoluciona en cada actitud correcta y cada noble gesto, y crece (se reproduce)
cuando es capaz de atravesar la frontera del dojo, llegando a la simplicidad y cotidianidad de nuestras vidas.

Transformando todo lo que no éramos en lo que en realidad, no dejamos de ser.

Se trata de una limpieza profunda de todas las capas inertes que llevamos encima y con las que nos
identificamos, para poder llegar al centro de la verdad de lo que somos.

Arte de la armonización, arte del equilibrio, del amor, de la unidad, cielo y tierra, Ka Mi.

Estamos divididos, hemos adoptado la dualidad como nuestro credo y olvidamos todo lo demás,
el centro, olvidamos el origen.

De niños somos conscientes de la vida, por eso la vivimos. Jugamos, reímos, lloramos y todo lo hacemos
aquí y ahora, viviendo la experiencia al máximo, creemos en la magia y el misterio y reconocemos la verdad,
pues podemos mirarla directamente a los ojos.

El Aikido nos trasforma en niños que no saben, que no necesitan una mente en su cerebro, solo aire
para respirar y existir. Niños con experiencia, con inocencia para descubrir el milagro que nos rodea.

Niños que pueden crear un puente entre el cielo y la tierra y moverse al mismo tiempo que las estrellas,
niños que cogen con sus manos el barro para construir palacios de príncipes y princesas.
Niños que crean.

Niños que no se han olvidado de lo esencial, pues ellos mismos lo son, niños que no olvidan ser.

Buscando al maestro, descubrí en su sonrisa, que el maestro se practica.

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El Amor es mi sentido. Mi dedicación se une a la tuya, en la creación de un mundo mejor. La sabiduria de la vida nos dota de humanidad y el verdadero reto, es desarrollar este potencial. Estoy aquí, para mostrarte el reflejo de tu belleza, para caminar a tu lado y juntos cultivar la semilla que hemos plantado, mientras conversamos sobre los maravillosos pasos que damos... y el nuevo mundo de Paz, amor y alegria que estamos creando.